El viernes Santo es día de penitencia obligatorio para toda la Iglesia y por tanto hay que guardar en este día la abstinencia y el ayuno. El ayuno de estos dos días es, además de penitencial, celebrativo, ritual, y contemplativo del misterio de la Cruz. Si bien es personal, es sobre todo comunitario: la comunidad ayuna en la espera de su Señor Resucitado.
La Iglesia, siguiendo una antigua tradición, en este día no celebra la Eucaristía. La Sagrada Comunión sólo se distribuye a los fieles durante la celebración de la Pasión del Señor. Está prohibido celebrar en este día cualquier sacramento, a excepción de la Reconciliación y de la Unción de los Enfermos.
Cumpliendo con lo dictado por la liturgia, en nuestra parroquia no se tuvo Eucaristía pero sí una celebración litúrgica de la Muerte del Señor, una celebración de la Palabra que concluyó con la adoración del misterio de la Cruz y con la comunión eucarística; una celebración sencilla, sobria, centrada en la muerte del Señor Jesús y la acción simbólica de la adoración del misterio de la Cruz y su veneración con el beso personal de todos.